PAYANA
Calle de tierra a la vuelta de
casa. Elijo cinco piedras y alguna más
de repuesto, las elijo bien por su forma y su tamaño, tienen que ayudarme a
ganar. Las miro y las toco con paciencia, las pruebo haciéndolas girar en el
aire, compruebo su resistencia con golpes en el piso. Si son lindas mejor. Me
dice mi papá que él jugaba con tuercas, trae cinco de la carpintería y se
sienta en el suelo del comedor a jugar conmigo. Las tuercas son duras, me hacen
doler los dedos. Sigo practicando sola. Me va saliendo mejor, el truco es no
tirarlas con demasiada fuerza contra el piso para que no se desparramen
demasiado. Soy buena en esto, tengo manos grandes.
En las galerías de la escuela
jugamos formando rondas sentadas en el piso. Nuestras colas se desentumecen
duras y frías al entrar al aula. Duermen las piedras en nuestros bolsillos,
mientras copiamos las tareas metemos la mano y las acariciamos, atesoramos nuestros
amuletos, esperando que toque otro timbre.
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