viernes, 31 de octubre de 2014




PAYANA




Calle de tierra a la vuelta de casa. Elijo cinco piedras  y alguna más de repuesto, las elijo bien por su forma y su tamaño, tienen que ayudarme a ganar. Las miro y las toco con paciencia, las pruebo haciéndolas girar en el aire, compruebo su resistencia con golpes en el piso. Si son lindas mejor. Me dice mi papá que él jugaba con tuercas, trae cinco de la carpintería y se sienta en el suelo del comedor a jugar conmigo. Las tuercas son duras, me hacen doler los dedos. Sigo practicando sola. Me va saliendo mejor, el truco es no tirarlas con demasiada fuerza contra el piso para que no se desparramen demasiado. Soy buena en esto, tengo manos grandes.

En las galerías de la escuela jugamos formando rondas sentadas en el piso. Nuestras colas se desentumecen duras y frías al entrar al aula. Duermen las piedras en nuestros bolsillos, mientras copiamos las tareas metemos la mano y las acariciamos, atesoramos nuestros amuletos, esperando que toque otro timbre.





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