viernes, 31 de octubre de 2014



PERIFERIA


I

Dicen que la fundación de todos los pueblos comienza en un punto que luego resulta ser el centro.
En el que yo nací, a la plaza principal la rodean la delegación, la comisaría, la iglesia y la escuela.
De cada esquina de la plaza sale una calle, una diagonal, que abarca la totalidad del pueblo en cada uno de sus puntos cardinales.


II

Con el tiempo ese mapa se fue ensanchando,  sus márgenes comenzaron a poblarse de a poco y algunos barrios quedaron fuera del alcance de las diagonales diseñadas en un principio.


III

En el tercer cajón del ropero de su habitación mi mamá guardaba la caja de las fotos. Entre ellas había una postal que a mis hermanos y a mí nos encantaba.
Era una foto del pueblo tomada desde arriba, desde una avioneta.
Se veía la plaza principal, las calles del centro, las cuadras cortadas en porciones por las diagonales y, parte de la ruta.


IV

Con mis hermanos nos habíamos inventado un juego, consistía en imaginar todo el resto que nosotros conocíamos y que la foto no mostraba.
Así, nuestros deditos se deslizaban por las calles y manzanas de la postal, circulaban por la mesa desobedeciendo el contorno de la foto, trazábamos sobre el mantel espacios que nuestra imaginación y memoria evocaban.
Partiendo con nuestro índice desde la plaza emprendíamos un camino hacia el límite, era nuestra complicidad.
Cada uno tenía un recorrido favorito, pero terminaban todos en el lugar
donde supuestamente estaría nuestra casa si la foto fuera más grande.
Cuando nuestros dedos chocaban en ese punto
compartíamos una mirada de entusiasmo que parecía decir “Sí, acá está nuestra casa, acá estamos nosotros”.


V

Pasado algún tiempo, en tardes de aburrimiento,  solía ir sola a la pieza de mis padres a buscar esta foto en los cajones del ropero.
 En esas solitarias ocasiones  me quedaba contemplando la imagen, pero el espacio que cautivaba mi atención era otro: la ruta.
Ese camino de acceso significaba para mí una puerta abierta a cosas que maginaba que existían, y que yo aún no conocía.
Recostada cómoda en la cama de mis papás, la situación me daba un poco de miedo.
Pero también mucha curiosidad.















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